martes, 16 de agosto de 2011

POLITICA NACIONAL

Del blog de Alfredo Bullard Prohibido prohibir, copio su post El mujeriego, tomado de Semanaeconomica. Un artículo más emocional que racional, como él mismo dice. Le he retirado los espacios a los párrafos.

El casarse con alguien no siempre significa amar a esa persona. El amar a una persona no significa tampoco casarse con ella. Los amores y las conveniencias no siempre coinciden. El resultado es falta de compromiso e infidelidad.
Los primeros días de gobierno de Humala parecen encajar en lo mismo. Un matrimonio por conveniencia lo lleva a prometer fidelidad a alguien (Constitución del 93) de la que no está enamorado. Es como quien se casa con alguien porque su papá tiene plata. El Presidente jura ser fiel a quien le daría estabilidad económica.
Pero su amor verdadero está con otra (la Constitución del 79), que lo seduce y emociona, que lo entusiasma, que le quita el sueño.
El resultado es incertidumbre y ambigüedad. Casarse por conveniencia y estar enamorada de otra debe ser muy difícil. Cabeza y corazón que caminan por lugares distintos no auguran nada bueno.
Si se queda con la firme (aquella por la que juró), se asegura tranquilidad en la economía, inversiones, crecimiento y generación de empleo. En épocas de crisis mundial en ciernes, por los estropicios causados por estados desarrollados irresponsables, esa tranquilidad no es poca cosa. Si la economía se derrumba, la inclusión social no es más que un muy mal chiste.
Si se va con la amante, perderá su estabilidad para entregarse a lo que realmente le apasiona. Menudo dilema el de ser fiel en esas circunstancias. Y estar rodeado de un grupo heterogéneo, en que unos hinchan por la esposa y otros por la amante, complica la situación.
Lo cierto es que con una amante que seduce con ideas como afectar la inversión, intervenir el mercado, subir los impuestos y volarse el rol subsidiario del Estado, lo sensual puede ser tentación suficiente para abandonar la razón. Los Kama Sutra económicos son tan seductoramente atractivos como desastrosos son sus resultados.
Por supuesto que no falta nunca una cucufata que pierde alocadamente los papeles y, como Martha Chávez, se rasga las vestiduras de manera tan ridícula que nos hace recordar por qué el fujimorismo es digno de su suerte.
Pero no por ello debemos dejar pasar que esa doble fidelidad no es otra cosa que una doble infidelidad, y que cuando las ideas y los sentimientos no están claros las cosas pueden salir bastante mal. Los triángulos amorosos de los gobernantes son desgastantes para la política, y muy peligrosos para la economía.
Lo cierto es que, como en la vida de las personas de carne y hueso, la solución del dilema está en la definición: o te quedas con la esposa o te largas con la amante. Pero seguir con las dos no parece sincero. O nos dice de una vez que va a respetar las reglas vigentes, y entonces todos nos preparamos a seguir en la ruta de la estabilidad económica y emocional, o nos anuncia que se larga de la casa y se va con su amante, en cuyo caso nos preparamos todos para lo peor y asumimos la ruptura. Pero eso de estar deshojando dos margaritas al mismo tiempo no es un juego aceptable cuando al arrancar de los pétalos se juega el destino de todos los peruanos que estamos atrapados en su indefinición.
Lo cierto es que el mejor consejo es que aprenda a amar a su esposa, que se enamore de ella. Que se olvide de la amante. A fin de cuentas dio su palabra y se comprometió a serle fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y amarla y respetarla todos los días de su vida, hasta que la muerte (o las siguientes elecciones) los separen.

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