miércoles, 28 de noviembre de 2012

DIFERENDO MARITIMO PERU-CHILE

Momento histórico.

La primera propuesta para hallar solución negociada al diferendo

Misión cumplida. Gestión del embajador Bákula fue exitosa, Chile dio cuenta del pedido.
Misión cumplida. Gestión del embajador Bákula fue exitosa, Chile dio cuenta del pedido.
 
En la mañana del 23 de mayo de 1986, en su encuentro con el Canciller de Chile, Jaime del Valle, el emisario peruano, Juan Miguel Bákula, tenía una misión importante que cumplir: dejar sentada por escrito la necesidad de negociar los límites marítimos con su vecino país.
I. LA GESTIÓN BÁKULA
En la fría mañana santiaguina del viernes 23 de mayo de 1986, el Canciller chileno Jaime Del Valle recibió a un ilustre visitante peruano, que venía con una misión de la más alta importancia para la relación bilateral –eso había señalado la Embajada peruana en Santiago al solicitar la cita–. La agenda del Canciller chileno Del Valle debió consignar escuetamente que se trataba de una reunión con el Embajador peruano Juan Miguel Bákula; en las agendas de los Cancilleres no suele haber espacio para especificar todos los detalles. En todo caso, lo que es claro es que el Canciller Del Valle sabía que no recibía a un visitante cualquiera; Bákula actuaba como enviado especial del Canciller Allan Wagner y tenía una misión específica: proponer a Chile la negociación de un tratado de límites marítimos.
¿Qué había cambiado en el mundo para que el Perú propusiera una negociación de ese tipo? Pero, más aún, ¿por qué Chile, que asegura hoy que los límites fueron fijados en la Declaración de Santiago de 1952, acogió al emisario peruano, recibió su propuesta por escrito (el ya legendario Memorándum Bákula) y solo reaccionó –públicamente además– con una escueta nota de prensa en la que señalaba que debía “hacer estudios” sobre el tema?
Para entender el origen de la controversia entre el Perú y Chile en su delimitación marítima, es necesario comenzar por esta gestión del Embajador Bákula, la primera propuesta oficial, con registro escrito, de que el Perú buscó una solución negociada al diferendo pero encontró la negativa chilena, negativa que se extendió en el tiempo y se repitió en 2004, antecedente adicional que el Perú debió tomar en cuenta para tomar una decisión serena y responsable, una opción pacífica y civilizada: acudir a la Corte Internacional de Justicia, el máximo Tribunal de las Naciones Unidas, para demandar a Chile y lograr así poner punto final a una situación de incertidumbre e inequidad en la zona de nuestra frontera marítima.
¿Por qué fue Juan Miguel Bákula a Santiago?
Juan Miguel Bákula era uno de los diplomáticos más respetados de nuestro país cuando Allan Wagner, entonces Canciller del primer gobierno de García, decidió confiar en él para tan importante misión, ciertamente una de las más relevantes de la historia de nuestra diplomacia. Bákula tenía ya más de cincuenta años de trayectoria en el Ministerio de Relaciones Exteriores y no cabe duda de que era uno de nuestros mayores expertos en los temas limítrofes. Más aún, había sido partícipe de numerosas negociaciones en materia de Derecho del Mar y había formado parte de la delegación peruana en la III Conferencia Marítima Internacional, en la que se negoció la Convención sobre el Derecho del Mar. Nadie más idóneo que él para plantear a Chile la necesidad de negociar el límite marítimo. La pregunta que alguien podría hacerse es por qué recién en 1986 se planteó esta situación.
La respuesta es sencilla. Con la Convención sobre el Derecho del Mar, cuyo texto fue suscrito en 1982 en Montego Bay (Jamaica), por primera vez se establecían con claridad los espacios marítimos nacionales y se dejaban en claro cuáles eran las formas para establecer los límites marítimos. Chile y el Perú, que junto con Ecuador, habían sido pioneros en reclamar espacios de 200 millas en el Pacífico Sur, participaron activamente en esta negociación y se encontraron con que los instrumentos tan polémicos – que causaron reclamos de las principales potencias y de las industrias pesquera y ballenera, incluido el propio magnate Onassis– que habían adoptado en los años 50 se habían convertido en los principios y las normas del moderno Derecho del Mar.
Sobre la base de esta fuerte relación con Chile en materia marítima es que Juan Miguel Bákula se presentó ante el Canciller Del Valle para solicitar una negociación que permitiera superar una situación jurídicamente feble en nuestra frontera marítima y delimitar definitivamente, por el bien de ambas naciones, sus espacios marítimos. Luego de una extensa presentación oral de Bákula, que fue atentamente escuchada por Jaime Del Valle, este agradeció la misma y pidió si podía dejarse por escrito copia de la citada propuesta. Jaime Del Valle no era ningún ingenuo. Había ocupado la cartera de Justicia y desde 1983 Pinochet lo había hecho su Canciller; en 1984 fue él quien suscribió el Tratado de límites con Argentina que dio fin al impasse suscitado por el Canal de Beagle.
Juan Miguel Bákula sabía que la presentación de aquel documento escrito daba una oportunidad al Perú de dejar sentada su posición. No perdió un solo momento y aquel mismo día redactó aquel documento que hoy se conoce como “Memorándum Bákula”. El lenguaje técnico y diplomático y las referencias a todos aquellos instrumentos que existían entre el Perú y Chile en materia marítima, dan paso sin embargo a una posición clara: la necesidad de solucionar el tema de la frontera marítima entre el Perú y Chile. En ese sentido, la gestión Bákula fue extremadamente exitosa. Días después de la misma, Chile –a través de un sucinto comunicado– expresó que Del Valle había recibido al Embajador Bákula y que se había tomado nota de las propuestas sobre las cuales Chile necesitaba hacer estudios. Jamás se mencionó la existencia de un tratado de límites ni se señaló que el límite debía pasar por el paralelo, como arguye ahora. La gestión del Embajador Bákula fue, así, impecable. Chile admitió una situación de hecho que era la inexistencia del límite y daba pie a que el Perú profundizara también el caso.
Se debió esperar mucho, sin embargo, para tomar la decisión de acudir a la Corte. Otras prioridades ocuparon el interés de ambas naciones. Lo que queda claro es que aquella fría mañana de 1986, Juan Miguel Bákula entró definitivamente a la galería de notables de la diplomacia peruana. No quedan dudas de que su espíritu y su recuerdo estarán con el equipo peruano –especialmente con quien en 1986 era Canciller y hoy es el Agente peruano, el Embajador Allan Wagner– en la que seguramente será también una fría mañana de diciembre en La Haya, cuando el lunes 3 del mes próximo, se presenten los alegatos orales del Perú en la Corte. Entonces, como en 1986, se hablará del Memorándum Bákula y Chile recordará que hubo una oportunidad para evitar el paso por la Corte y encontrar una solución negociada. Entonces, como en 1986, el Perú demostrará que su interés siempre estuvo en encontrar, basándose en el moderno Derecho del Mar, una solución pacífica y razonable.
Artículo tomado del diario La República de la fecha.

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