Es el título de la columna que escribe todos los viernes el educador León Trahtemberg en el diario Correo. El tema del día de hoy es muy interesante, pues son muchos docentes y directores de colegios quienes viven en carne propia este tipo de experiencias. Y en el largo plazo son los engreidos de la casa los que padecen las consecuencias. A ver si entienden:
Padres: más quejas, menor nivel de estudios
19 de Noviembre del 2010
LIMA | Padres: ¿quieren afectar negativamente el nivel de estudios de sus hijos? Aquí va la receta. 1) Hagan las tareas por sus hijos. Con ello convertirán el engaño en un valor y reducirán los niveles de responsabilidad de sus hijos por sus acciones. 2) Presionen a los directores para que pongan a sus hijos en las clases que ustedes prefieren con el profesor y los alumnos más populares. Con ello debilitarán la autonomía escolar y la exigencia a sus hijos para aprender a arreglárselas por sí mismos aun en ambientes menos favorables. 3) Quéjense por el alto nivel de exigencia y evaluaciones de los profesores y por las múltiples horas que tienen que invertir para estudiar. Con ello lograrán que los profesores bajen el nivel de exigencia y que sus hijos se dediquen menos a los asuntos escolares. 4) Quéjense de que el currículo es irrelevante o inapropiado para la edad de su hijo. Eso legitimará el derecho de sus hijos a no esforzarse. 5) Amenacen con tomar acciones legales contra el colegio o profesor si es que no se atienden sus demandas por algún tema o la revocación de algún castigo. Eso consumirá mucho tiempo del director y profesores y agregará costos legales que se deducirán del presupuesto educativo.
Como consecuencia natural de todo esto, los profesores gastarán mucha energía en agradar a los padres y prevenir choques con ellos, bajarán la guardia, exigirán menos, reducirán las tareas y la frecuencia de los controles o pruebas de evaluación, relajarán el control de la disciplina para no tener que dar explicaciones al director y con ello reducirán las ocasiones en las que haya que citar a los padres por los problemas de rendimiento o conducta de sus hijos.
Les habrán hecho la vida fácil a sus hijos. En lo inmediato, se lo aplaudirán. En el futuro, no les perdonarán haberles impedido recorrer el camino de la superación personal. Los habrán convertido en discapacitados emocionales y sociales, limitando sus metas, debilitando su capacidad de adaptarse y apelar a sus propios recursos para exigirse y alcanzar los logros que su esfuerzo hubiera merecido.
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